
Entre dichas barreras cabe destacar el llamado efecto suelo de las dietas. Este efecto se refiere a que si una
persona comienza a restringir el número de calorías que consume habitualmente,
los primeros kilos se perderán rápidamente, sin embargo, al cabo de algunas
semanas observará como, a pesar de mantener dicha restricción, pierde cada vez
menos kilos hasta que ya no baja más, es decir, se ha llegado entonces a lo que
se ha denominado setpoint o punto fijo.
Ahora bien, el setpoint no es inamovible pero son necesarios algunos años para
su consolidación (algunos autores hablan de hasta seis años). De este dato se
deduce que el organismo tiende durante mucho tiempo a la recuperación del peso
después de haberlo perdido.
A esto se añade el concepto de ponderostato referido a que cuando los
adipocitos comienzan a vaciarse dejan de fabricar leptina y esto incrementa la
sensación de hambre. En sentido inverso, cuando los adipocitos se llenan la
producción de leptina bloquea la sensación de hambre. Esto puede explicar la
voracidad que sienten la personas cuando restringen significativamente su
alimentación.
Por lo tanto, viendo las
restricciones fisiológicas que nos impone nuestro cuerpo a la hora de perder
peso, y la importancia de factores psicológicos en el mantenimiento del peso
perdido mediante dietas, el trabajo
psicológico debería abarcar los siguientes objetivos: